Era un viernes santo, las calles estaban repletas
de gente.
Había una gran algarabía y murmullo, en el
ambiente había un gran entusiasmo por ver pasar la procesión, a medida que el
paso se acercaba a las personas, se podían percibir muchas emociones…..
Todas las miradas estaban clavadas en él…
Y sin embargo, Jesús de Nazaret estaba ahí entre
el tumulto de carne y hueso como uno más, pasando muy desapercibido, vistiendo
con un pantalón vaquero y una simple camisa, sus rasgos no se parecían
en nada al del paso, y, sin embargo, ahí estaba, en silencio…observando a las personas…
Sólo hubo un niño pequeño que le miró y le sonrió…
Y en ese momento él dijo para sí: Ya lo dije en su momento, mi reino no es de
este mundo… pero esa mirada, esa sonrisa sí que es de mi mundo… sólo cuando la
pierda dejará de ser de mi mundo…