Vivimos en un mundo en el que existen, con gran tendencia hasta nuestros días, barreras que matan, en todos los sentidos y ámbitos de la sociedad. Las creencias e ideologías se afianzan fuertemente como fortines dentro de las personas, dando muerte al adversario que son sus propios semejantes, y así, con las barreras que matan se creen dueños de sí mismos, de la razón y la verdad sin conocer la tan necesaria paz interna para poder exponer con vehemencia y sentido común, faltando toda cordura, equilibrio y templanza.
No hay espacio sin verdadero conocimiento de uno mismo.
No hay libertad sin el reconocimiento previo de la mentira que nos sacude.
No hay paz con las barreras que nos dividen, confunden, ciegan, degeneran y matan…