Toda siembra acaba siendo recogida, pero hay siembras que no son atendidas ni comprendidas, otras muchas son distorsionadas por la mente y profundamente malinterpretadas, todas tienen algo en común: la cosecha que se resuelve en los frutos que nos corresponden y están íntimamente ligados a nosotros.
Nadie suele aceptar una mala cosecha, es como si no le perteneciera, como si fuera de otros, como si la culpabilidad y los errores estén más próximos en los otros que en uno mismo. Hay una sublime Realidad imperiosa en todo esto: mientras los perros ladren y se vocee, mientras existan las jaulas de: mi opinión, mi ideología, mi creencia, mi verdad no habrá nada ni nadie que pueda desviar y apartarse de la siembra que acaba siendo la cosecha.